Como otros muchos inventos, Post-it, las pegatinas adhesivas que llevamos viendo durante decenas de años es la historia de cómo un producto se transformó de fracaso a éxito. ¿La conoces?
Todo empezó en una veraniega mañana de finales de los setenta, con un joven Art Fry, un inventor estadounidense y con una mente bastante inquieta. Este buen señor trabajaba por aquel entonces en la empresa 3M, que seguro que os suena a muchos de vosotros.
De fracaso a éxito inesperado
Su trabajo a tiempo completo como químico en la empresa no le privaba de otra de sus grandes pasiones: cantar en un coro en la iglesia. Su afición no le impedía tener una cabeza de locos y solía perder el separador de páginas de su libro de cánticos.
Y hete aquí que se dijo para sí mismo: «este problema se arreglaría si tuviera a mi alcance una cinta de papel adhesivo que se pudiera despegar con facilidad, y que fuera lo suficientemente inofensivo como para no estropear las páginas del libro».
Entonces, y como una inspiración divina, se acordó de que en 1968 tenía un compañero llamado Spencer Silver, quien fíjate por dónde, había ideado un adhesivo con acrílico que fue desechado por su escaso poder de sujeción. O lo que es lo mismo, no pegaba nada de nada.
Pero … et voilá! para el propósito de Art resultaba perfecto. Dicho y hecho, combinando ambas ideas tenemos un claro ejemplo de superación, y de cómo pasar de fracaso a éxito usando un poco la materia gris.
Así empezó todo, de un invento fallido a toda una revolución. Actualmente, Post-It se comercializa en 150 países y 3M ha desarrollado más de 4.000 productos derivados de las notas adhesivas, que han logrado posicionarse como un indispensable en todas las oficinas. Seguro que tú también las usas.