Aunque no sepamos bien de qué se trata, estamos ya habituados a escuchar términos como machine learning, reconocimiento facial o inteligencia artificial.
Estos conceptos tienen una tecnología en cómun: algoritmos aplicados que pretenden aprender de forma autónoma, todo ello para hacernos la vida un poquitín más cómoda y sencilla.
El reconocimiento facial ya no es cosa del futuro
De hecho, son tantas las aplicaciones que tiene hoy en día que es presente vivo, y a poco que nos descuidemos … será cosa de nuestro «pleistoceno» moderno tecnológico.
Su uso tanto en la vida cotidiana, como en el catálogo de servicios de -cada vez más- empresas va en aumento. Y es que si utilizamos bien la imaginación, su aplicación tiene fines muy diversos.
Establecido como un sistema de seguridad prioritario para la sociedad, estos son algunos ejemplos reales de cómo empleamos el reconocimiento facial en nuestro día a día.
Entradas de conciertos
Si algo caracteriza al reconocimiento facial es que es un sistema de seguridad mucho más rápido, sencillo e invisible al usuario que el resto de métodos como la huella digital, o el reconocimiento ocular.
Como os podéis imaginar, esto le va a la perfección a negocios con una acceso masificado de personas: sí, conciertos o eventos multitudinarios se verían beneficiados.
Dos de las compañías más populares en este sector, TicketMaster y Live Nation ya han mostrado algo más que interés en incorporar este sistema en sus tornos de entrada.
Para ello ha invertido en la empresa Blink Identity, experta en reconocimiento facial, y su idea es que, una vez tengas la entrada en tu poder, puedas acceder al recinto en un periquete, sin las tediosas colas de espera.